Ese escalofrío que te recorre entera y hace que se te pongan los pelos de punta justo antes de que empiece.
Cómo, poco a poco, según van pasando las canciones, te vas emocionando más y más y cuando tocan tus canciones favoritas ya no puedes contigo misma.
Estás agotada, pero sacas fuerzas para seguir cantando y saltando, porque no vas a darte por vencida tan fácilmente.
Esa emoción que te produce el ver a tus ídolos en un escenario, mientras tú estás delante de ellos, dándolo todo, como si no hubiera mañana.
Y, cuando tocan la balada... Bueno, ahí es cuando piensas que ya puedes morir en paz, pero no puedes, porque el concierto sigue.
Y seguirá en tu cabeza hasta mucho después de que haya terminado físicamente. Podrá durar años y años ahí, porque hay momentos que no eres capaz de olvidar.
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