En las vacaciones de Semana Santa fui con mis padres a la montaña, a una cabaña al lado de un lago, ya que mis padres pensaron que un chico de 17 años que se pasaba todo el tiempo que podía jugando a los videojuegos, debía tener contacto directo con la naturaleza. En el folleto todo era muy bonito, grandes árboles que poblaban el bosque, un lago de aguas cristalinas en el que se reflejaba un cielo azul con sol resplandeciente pero cuando llegamos allí, había tormenta; las aguas del lago estaban turbias y el ambiente tenia algo que no me dio buena espina. No me gusta la lluvia y ese día parecía que se iba a inundar la tierra. Estuve de un humor de perros toda la tarde y no mejoró mi estado de ánimo la visita del vecino de al lado que vino a saludarnos muy efusivamente. Le calculé unos 25 años y venía acompañado de un gran perro que no paraba de ladrar y que me puso dolor de cabeza en cuanto entró por la puerta.
Durante tres días tuve que aguantar al vecino, a su perro y a mis padres de excursión mañana y tarde por el campo. Al menos por la noche podía descansar en la cama jugando a la PSP mientras escuchaba música. A la cuarta noche el vecino se presentó emocionado en casa animándonos a acompañarle para celebrar el solsticio de primavera con una pequeña hoguera en un claro del bosque desde donde se veía muy bien la luna que casualmente estaba llena esa noche. Mis padres se mostraron muy interesados con la idea pero a mi madre le estaba rondando uno de sus fuertes dolores de cabeza y no se encontraba muy dispuesta. Mi padre no quería dejarla sola pero insistieron en que yo le acompañase y disfrutase de ese “momento único”. Al salir de la cabaña la luz de la luna brillaba intensamente y hacía que los ojos verdes de mi vecino relucieran y su pelo rubio pareciera más alborotado de lo normal. Lo más inquietante de todo era que su perro no había ladrado ni una sola vez, su pelaje estaba erizado y tenía una expresión muy fiera en la cara.
Llevábamos un buen rato adentrándonos en el bosque y desde hacía bastantes minutos tenía una sensación extraña que me incitaba a salir corriendo pero sabía que eso iba a ser peor.
Cuando llegamos a un pequeño claro lleno de rocas el perro se paró.
- ¿Aquí esta bien?- preguntó mi vecino. Me quedé perplejo ya que no tenía ni idea a lo que se refería pero terminé de asustarme cuando el perro gruñó e hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Después de eso no me dio tiempo a reaccionar y cuando me di cuenta mi vecino me había agarrado para que no pudiera salir corriendo…
Al despertarme estaba en mi habitación y pensé que todo había sido un mal sueño pero al levantarme empezó a picarme mucho el costado por lo que me subí la camiseta y descubrí una mordedura de perro. Bajé con mis padres y no parecía que hubiera sucedido nada extraño.
-Cariño, ¿te apetece ir al lago? – me preguntó mi madre. – Vamos a ir tu padre y yo cuanto terminemos de desayunar.
-Ehh…claro mamá. – Lo cierto es que estaba demasiado atolondrado por lo que había pasado que no estaba en disposición de discutir y además sabía que no tenía elección.
Al salir de la casa vimos un cordón policial recorriendo la linde del bosque, un montón de policías pululando por los alrededores y unos cuantos curiosos intentando saber qué era lo que había ocurrido. Nos acercamos a una pareja que estaba al lado de la cinta hablando con un agente para ver si nos podíamos enterar.
- No traspasen la banda por favor, quédense a ese lado. Hemos encontrado a un chico que vivía aquí en el bosque. Parece que le atacó su perro.
-Madre mía, qué barbaridad.- dijo la mujer.
-No se preocupen señores, ustedes vuelvan a su vida normal.
Cuando se fue la pareja nos acercamos al policía para preguntarle si era nuestro vecino pero nos dijo que no lo sabían con seguridad pero había identificado al perro con el de nuestro vecino. Lo había encontrado al lado del cuerpo con sangre en las patas y en el hocico pero cuando se acercaron unos agentes a cogerlo les había atacado y se había ido corriendo.
Nos alejamos un poco de la gente y mis padres me preguntaron.
-¿Qué pasó anoche? ¿Tú estás bien? No te oímos entrar.
-Sí, si, yo estoy bien pero no sé lo que pasó. Yo me fui y él se quedó en el bosque con el perro, no sé nada más.
Los policías no tardaron en venir a interrogarme ya que fui la última persona que le vio con vida pero les dije exactamente lo mismo que a mis padres. El día que nos fuimos parecía que habían dado el asunto por zanjado ya que habían atrapado al perro y todo parecía correcto.
Cuando llegué a casa me puse a investigar sobre las leyendas de la zona y descubrí una que me pareció muy interesante. Había una leyenda que hablaba de hombres lobo y parece que ahora seré yo quien la haga real.
Han pasado tres meses desde que ocurrió todo eso y hoy regresa la luna llena. Pobre perro que cargó con la culpa de la muerte de su querido amo pero no debería haberme mordido. Si, yo le maté, pero inconscientemente. Cuando me convierto no soy consciente y hoy… Hoy es noche de caza.
La chica observó preocupada unos minutos más la ventana iluminada de la casa que había abandonado, preocupada. ¿Qué le pasaba? Durante esos últimos tres meses, él se había comportado de una forma extraña, como si fuera... como si fuera otra persona. Otra persona, aparte del joven del que se había enamorado.
ResponderEliminarAquél día habían estado por la tarde dando un paseo por el parque, como siempre. No pudo reprimir un sonrojo al evocar un momento especialmente romántico que habían tenido en el banco, tras el cual él repentinamente había parecido recordar qué hora era y había decidido repentinamente volver a casa. Sólo le había dado excusas cuando ella había dicho que quería ver la luna llena junto a él.
Y es que esa noche era preciosa, se dijo mientras la veía asomar tímidamente entre unos árboles. Esa noche, además, ocurría un evento bastante poco común para los humanos: El tránsito del planeta Venus a través de la luna, como una gota silenciosa que se desplaza por una botella. Sin embargo, él había hecho caso omiso a sus palabras y le había dicho que se fuera a casa, dándole malas excusas como que se sentía cansado.
La noche era cálida, pero ella sintió un escalofrío cuando vio que alguien corría las cortinas. ¿Qué estaba pasando con él? ¿Qué había ocurrido con el chico amable y un poco geek con el que había empezado a salir?
Con un suspiro y abrazándose, se dio la vuelta para marcharse, mientras un aullido espectral cruzaba la noche, llamando a la luna.